Mi experiencia en la abadia San Benito


Estaba por el centro de Río de Janeiro tratando de averiguar cómo llegar al monasterio de San Benito, me habían recomendado no perderme la experiencia  de estar ahí, pero,  dado que no conseguía hacerme entender, ya me iba a  regresar a mi hotel,  cuando apareció un carioca, diciendo, “Ah! Sao Bento, voce dizer  Benito, como Benito Juarez”,  me dio las indicaciones y así pude llegar al mosteiro de Sao Bento.
El convento fue construido por los mismos monjes benedictinos que llegaron con los conquistadores por los años 1,500. Todo el conjunto es muy grande, una vez adentro, para llegar a la iglesia que está  sobre una colina, hay  que subir en un ascensor.
Llegue unos minutos antes de las 12 del día y avancé hasta la primera fila atónita por tanta belleza y cuando más extasiada  me encontraba admirando el bellísimo altar barroco y rococó completamente recubierto en pan de oro,  aparecieron unos 15 monjes enfundados en sotana negra y con la cabeza cubierta con la capucha benedictina. Ver a estos monjes entrar en perfecta  fila y entonando cantos gregorianos fue para mí como una aparición de otro mundo,  quedé impresionada sintiendo   una mezcla de sorpresa y miedo como si me encontrara en uno de los círculos del purgatorio de  La Divina Comedia de Dante.
Esta fue una experiencia que nunca podré olvidar, primero, porque  no me esperaba tanto esplendor  en el interior de una iglesia de fachada francamente sencilla, al traspasar la entrada ya estaba casi sin aliento, luego, al escuchar esos cantos en vivo y dentro de una abadía del siglo XVI terminaron por dejarme en completo  shock.
Presencie los rezos del mediodía y a la  salida me compré una medalla de San Benito, ya en Lima quise saber más de él y lo que encontré me pareció interesante. Benito de Nursia  vivió por los años 500, en una época de crisis, había una mezcla de cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos,  ateos y la juventud era  muy relajada. Fundó la orden de los benedictinos y fue el que sentó las bases de la convivencia  en las comunidades religiosas, esas normas son las que inspiraron a otras órdenes religiosas y hasta hoy, -con sus variantes-, siguen en uso.
San Benito  decía que cada individuo debía  esforzarse por sacar las virtudes que cada uno ya lleva dentro de sí, pedía  a sus sacerdotes ser humildes y caritativos, así como portarse con nobleza y evitar lo rústico y vulgar.  Los que vivieron con él afirmaban que todo lo bueno que recomendó,  lo practicó él en su vida diaria.

Desde entonces, le tengo mucha simpatía a San Benito, pienso en el inmenso bien que le hizo a la Iglesia Católica, y también pienso en tantas otras religiones que hicieron que la existencia humana sea más llevadera.

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